Ñongos
El río Tijuana puede cruzar la frontera que lo intercepta, desde que empezaron mis memorias he visto cambios en ambos, naturales o artificiales, inmediatos y de largo plazo. Como cuando cae tormenta y el canal se llena de agua llevándose plantas, que después renacen en el mismo sitio. También veo cómo Estados Unidos sigue haciendo crecer su límite físico, que desde 1909 empezó siendo cerca para detener el flujo de ganado entre países. Hace falta recordar que la migración es natural y que somos tan animales como humanos. Tal vez desprendiéndose de toda pertenencia material e incluso memorias; en el río Tijuana frente a su barda fronteriza, pude ver esta realidad.
La primera vez que el canal me habló fue en 2002, desde el puente vi a un hombre que pescaba ropa flotando de pie sobre agua. Los restos de desechos que había dejado la lluvia me recordaron a las especulaciones de la falla de San Andrés en Baja y Alta California. Este ambiente híbrido entre orgánico e inorgánico me atrajo con fuerza de imán para enseñarme formas de supervivencia en comunidad. En 2010 caminé por su bordo y bajé, llegué hasta una compuerta donde me presentó a tres señores, uno partió melón con sus manos para compartir. Lo comimos frente a dos casas pequeñas formadas con cartón, lonas, telas, cables, hierbas y piedras, les llamaban ñongo. Sentí al río mostrándome su memoria pre-canalización, cuando en 1960 los foráneos del sur crearon cartolandia en sus orillas reciclando materiales de construcción estadounidense. Esa tarde el río canalizado se despidió de mí diciéndome Anita, después me soñé ahí como sirena nadando en medio de tiburones.
En 2011 le empecé a visitar para ver al vaivén de su agua traspasando naciones, ignorando el límite pintado de amarillo. Entre aves que vuelan barreras, insectos en metamorfosis, arbustos altos y bajos, fuego danzante y un muro creciendo hacia arriba; lo único que está pausado es la raza humana. Pasé años haciendo memorias junto a la ilegalidad que habitaba este espacio: personas indocumentadas, exconvictos, grupos organizados y quienes viven conectados a estímulos químicos cuya forma de vida incluía una batalla constante ante servidores de la nación, quienes buscaban capturarles haciendo ceniza sus pertenencias. En 2013 el ecosistema les ofreció camuflajearse; porque al río no le importó quién le fuera a manipular, prestó sus montículos de arena para que siervos activos escarbaron noche y día con sus garras, formando ñongos subterráneos. Entre estas madrigueras la tierra me aseguró que aunque la impermanencia sea natural, sus recursos son y serán muestra de nobleza hacia los seres que formamos su vida.
En 2015 la cartolandia post-canalización perdió ante el combate de las autoridades y nuestro ciclo de coexistencia terminó. Ahora es 2023 mientras la barda crece, el río
me sigue apareciendo en sueños.
* Proyecto multidisciplinario apoyado por el programa Jóvenes Creadores de FONCA 2011-2012