Ñongo Cultural
Le llamaron ñongo cultural a la galería que decidimos construir en la isla del río, aquel día que mataron a Onésimo. Fue de gran impacto saber que asesinaron a un hombre inocente por querer defender al bigotes; era karateka y pateo a los que traían la fuska, su cara terminó desconfigurada con 8 balazos. Hicieron un altar usando retratos que me pidió durante el 2012 y 2013. Cuando nos juntamos en el ñongo de Perla a guardar silencio, pensé en mostrar algunas imágenes que había capturado durante los años pasados en el río. Pensando en Onésimo y que la mayoría de los habitantes me pedían retratos. Al terminar el silencio les compartí la idea, reaccionaron con gusto e interés.
El “lugar de los hechos” fue deshabitado por meses y ahí, al lado del altar, empezamos a construir el espacio cultural. David consiguió 6 tubos de la obra que había en la Av. Internacional, fueron los cimientos para unir tablas de madera con tela y cables. Forramos las paredes con cartón y por dentro telas: las sábanas de la casa deshabitada de mi abuela. La mayoría de los que vivían al lado norte de “la isla” contribuyeron, llevaron un sillón, carpetas mágicas y montaron imágenes. Una noche de construcción llegó un hombre encapuchado con pistola en su pantalón, preguntó qué sucedía y al platicarle contestó: “Ah, ¿es la fotógrafa?”, después se fue.
El lugar intacto se había transformado en un espacio visitado por bastantes personas que trabajaban por el canal, visitaban o vivían ahí. Perla y David, la pareja que vivía enfrente de la isla, fueron los soldados que velaban al Ñongo Cultural. Cuando alguien se quería inyectar o fumar cristal, le decían que no había espacio para eso y se iban. Respetaban.
Tuvimos varias reuniones como la presentación de la “película verdadera” de “El Gato Julio Romero Salas”. Un día le pedí a un policía que no destruyeran la galería, me ofreció ayuda, decidí aceptar un generador de luz para poder proyectar la película. El día que llegaron dos patrullas con el aparato, muchos se refugiaron en sus ñongos camuflados. Por más de una hora algunos habitantes y el oficial trataron de hacer que la máquina se prendiera, pero no funcionó. En esos momentos dos polos opuestos tuvieron un intercambio inesperado. Cuando las unidades se fueron, los demás habitantes salieron de sus escondites, la galería se llenó y mostramos la película en mi laptop.
Los próximos días mi tío apoyó con su generador de luz, hicimos la función en pantalla grande, tomamos café, galletas y el fuego estuvo presente. Proyectamos un par de películas. Solo desapareció una foto porque Don Julio quería la imagen del Chihuas quien murió de frío en diciembre 2011.
Era surreal ver al ñongo intacto, no lo habitaban, no tomaban ni drogaban ahí, estaba limpio, no lo quemaron durante operativos, hasta que el ciclo terminó. Después de un mes, cuando un grupo de hombres discutieron con Perla y David y deshicieron la exposición. Las sábanas de mi abuela se convirtieron en sombra colgada en una compuerta de agua.
Días después, durante un operativo llegaron las grúas caterpillar para destruir ñongos, el esqueleto de la galería que quedaba firme fue deshecha con el cucharón. Destruido, como todo lo demás, que hacía al río un suburbio creado con reciclaje.